El cambio tiene un poder intrigante sobre el ser humano. Nos atrae con su irresistible promesa de una posibilidad. En nuestra vida siempre falta algo que deberíamos tener pero de lo que, por la maligna conspiración de las fuerzas superiores, la vida nos ha privado. Así que, por mucho que pretendamos engañar al mundo y a nosotros mismos diciendo que no nos gusta el cambio, en realidad soñamos en secreto con él, con que un día este personaje misterioso corrija el penoso hecho de la ausencia en nuestra vida de aquello que merecemos. La cuestión es que esta incomprensible figura pocas veces se presenta llamando a nuestra casa con un boleto de lotería ganador. Más bien prefiere abrir una puerta que nos lleva… a un vacío. Damos el paso y nos caemos sin poder agarrarnos a ningún sistema de coordenadas conocidas. Y nos da igual que este nuevo universo nos ofrezca una eternidad ilimitada de posibilidades maravillosas, porque todos estos regalos están suspendidos en una sustancia que nos paraliza, que nos deja sin aliento. Esta sustancia, la incertidumbre, se alimenta de nuestros miedos más profundos: del dolor, del rechazo, del fracaso, de que no nos amen. Pensamos que tenemos estos monstruitos controlados y encerrados en una cajita en un rincón lleno de polvo. ¡Qué ingenuos! Por eso no nos gustan las puertas que nos abre el cambio. Nos echa en cara las mentiras con que nos consolamos a nosotros mismos.
Pero quien que es capaz de enfrentarse a sus monstruos obtiene un poder de los magos. Porque el cambio significa el principio, y un principio contiene en sí la potencia de las inmensas posibilidades. Todas las posibilidades del mundo. Elige las que quieras. Nos atrae tanto esta promesa, hasta en los momentos cuando no nos damos cuenta de ello y nos intentamos convencer de que no queremos que cambie nada, nos atrae. Pero, a la vez, tan aterradora es la resbaladiza negrura de la incertidumbre, que cuando ya no somos capaces de resistir la tentación, buscamos un salvavidas en nuestros grotescos intentos de medir el tiempo. Así, nos agarramos a la ilusión de poder empezar esta nueva vida en algún otro momento que no sea ESTE momento. Cuando sea mayor (o cuando lo sean los hijos). Cuando cumpla… (rellenar según necesiadades). Cuando tenga dinero. Cuando me asciendan. Mañana. El mes que viene. A partir del lunes. El año nuevo…
Y no nos damos cuenta de que el cambio no conoce nuestros calendarios y nuestros relojes, que no son otra cosa que los hilos con que tejemos la ilusión en la que creemos vivir. La verdad es que llevamos suspendidos en ese vacío aterrador desde siempre. Solamente, para no asustarnos, hemos cerrado los ojos y nos hemos imaginado un mundo que no cambia, donde todo es constante. La verdad es que tú, que lees estas palabras AHORA, ya no eres la misma persona que empezó a leer estas líneas hace un par de minutos. Tú cambias con cada instante. Tu nueva vida empieza a cada instante.
Una pequeña reflexión creativa sobre nuestra relación con el cambio…
Año2011-2012