Cada noche procedo con la misma rutina: entro por el portal, cuento hasta tres, abro el buzón de correos, cierro el buzón de correos, subo a mi piso. El coronel no tiene correspondencia. ¿Decepcionada? No se puede definirlo así. Vivo en un suspense de la realidad imaginaria que es casi igual que la de verdad con la única diferencia que en aquella primera esperar cada día una carta tuya tiene sentido. Pero la frontera entre ambas es tan frágil, casi no la notas. Simplemente sabes que las cosas así no pasan aquí pero te permites soñar un poquito. Un juego para jugar con una misma. Sin pasarse, porque el terreno de las ilusiones es peligroso, hasta puede volverse agresivo. Un camino irreversible sin vuelta atrás. Pero yo juego.
Como no escribes tú ¿qué me queda a mi? Aquí está lo absurdo de nuestra situación: yo soy la única de los dos que escribe cartas, y tú eres el único de los dos que conoce la dirección del otro. Llevo ya algún tiempo pensando que este modelo de comunicación tiene algún fallo, pero aún no he sabido identificarlo.
Te escribo cartas por las noches. Igual no puedo dormir: Harry Potter ha muerto. He llorado mucho. En fin, igual, si la única otra alternativa que me queda es soñar con las cartas tuyas perdidas en algún lugar por el camino… entro en un terreno peligroso. Los sueños acabarán conmigo como Freddy Krueger.
¿Tiene sentido querer contar tu vida a una persona que no expresa ningún interés por ello? ¿Y querer saber algo que no te quieren contar? ¿Existen conexiones entre las personas o nos las imaginamos? Si yo me lo imaginé todo, te imaginé a ti, entonces también podría imaginar tus cartas que me escribes por las noches. A lo mejor son tan curiosas que cobran vida propia y se ponen a viajar por el mundo olvidando de qué, estrictamente dicho, tienen un destinatario. Seguramente viajan en los barcos: te gustan los barcos.
Sabes, creo que prefiero soñar con las cartas locas que tener muy claro que he sido solamente una página en tu vida. La pagina que has pasado. Pagina olvidada, perdida entre otras. Yo, en cambio, me he quedado demasiado tiempo con la tuya y no puedo girarla. No sé por qué. Pero dado que ya has salido de esta pagina, tampoco me aporta ninguna información nueva. Por eso siempre espero a tus cartas.
A veces me siento traicionada. Pero luego me recuerdo de que si te imaginé yo, tú a lo mejor ni siquiera sabías que existías en mi libro. Me podrías decir que no querías el papel del héroe que te he asignado. Tienes razón. Pero ves, yo asumo mis errores, así que podrías escribirme algo para variar, ¿no?
No, no, no me quejo. Soy muy feliz. A veces me fascina lo feliz que estoy y me pregunto de dónde viene toda esta felicidad que me llena. Pero cada vez cuando llega la noche, y vuelvo a casa, por un momento entro en este nebuloso mundo de los sueños, que es casi igual que el otro con la única diferencia de la esperanza loca de que a lo mejor, a pesar del todo, las puertas que he dejado de intentar de abrir hace mucho por fin se abran solas. Uno, dos, tres… No ha llegado ninguna carta tuya.
Año2005