“Haz lo que amas, ama lo que haces”.
Teresa Amabile
En su libro “El Elemento” Ken Robinson cuenta una anécdota, como, después de quedar muy impresionado por la interpretación de un pianista en el concierto del grupo de su hermano, Ken se acercó al músico para decirle cómo de impresionante había estado y cuánto le gustaría tocar el piano como él. El pianista le contestó: “No, no te gustaría en realidad. Te gusta la idea de tocar el piano, pero si te hubiera gustado tocar el piano de verdad, ya lo tocarías”. Luego el músico reveló el secreto de su maravillosa maestría: la práctica intensa diaria a lo largo de muchos años.
Mihaly Csikszentmihalyi propuso el concepto del Flow, del fluir: un estado en el que la persona se encuentra totalmente inmersa en lo que está haciendo.
El estado de Flow tiene varias características:
- Uno tiene muy claro qué es lo que quiere conseguir, cuál es su visión, su objetivo.
- A medida que hace lo que hace, la persona en cada momento es capaz de evaluar cómo le va.
- Para ello es necesario que haya un balance entre el nivel de dificultad del reto y las habilidades de la persona. Es decir, la tarea no debería ser demasiado fácil, porque en este caso se vuelve aburrida, pero a la vez debe haber la sensación de que la persona tiene suficiente conocimiento y habilidad para poder conseguir el objetivo.
- La atención y la conciencia están plenamente enfocados en la acción. No existe nada más fuera de la actividad.
- Desaparece el miedo al fracaso a la vez porque también desaparece la sensación del yo. La persona se convierte en una unión con lo que hace.
- La sensación del tiempo se distorsiona. El tiempo deja de existir.
- La actividad se vuelve en el objetivo en sí. Se hace por el puro placer de hacerlo, no para conseguir algo.
Hay un punto muy importante en todo esto:
Para poder conseguir el estado Flow durante un proceso creativo uno tiene que conocer bien su oficio, tener la maestría suficiente en lo que hace. Algunos estudios sugieren que se necesitan aproximadamente 10.000 horas de práctica deliberada para llegar al nivel de maestría en algo. Eso se traduce en la práctica diaria durante unos 10 años como mínimo. Es más, no es suficiente simplemente con machacarse a base de repeticiones. La práctica debe ser planificada con el objetivo de mejora constante.
¿Cómo puede uno aguantar este ritmo frenético, sin cesar y sin caer víctima del estrés, manteniendo siempre a la vista los objetivos de uno? Solo con pasión. La perseverancia no sobrevive sin motivación.
Así que la motivación y su relación con la creatividad es nuestro enfoque hoy.
Hay dos tipos de motivación.
- La motivación extrínseca es aquella que viene provocada por factores externos, como la promesa de una recompensa por conseguir cierto objetivo o el miedo a un castigo por no alcanzarlo.
- La motivación intrínseca está relacionada con factores internos que impulsan a uno a hacer algo: no lo hago porque espero una recompensa, lo hago porque quiero, porque es importante para mi.
La quintaesencia de la motivación es hacer algo por el puro placer de hacerlo.
Resulta que la creatividad está estrechamente relacionada con la motivación intrínseca. No se puede ser creativo sin quererlo. Y al revés: solo cuando uno está impulsado a hacer algo por su propia pasión puede hacer resplandecer su creatividad. La productividad creativa se desenvuelve cuando uno se siente feliz con lo que hace, y cuando aquello que se hace tiene un significado para la persona.
Es más, según los datos empíricos, y al contrario de lo que solemos creer, la motivación extrínseca está inversamente relacionada con la creatividad. Es decir, cuando nos ofrecen una recompensa por conseguir cierto objetivo, el resultado será menos creativo que aquel que podríamos obtener si trabajáramos simplemente por nuestro placer e interés. Tiene cierta lógica. Cuando nos pagan por lo que hacemos, la seguridad de que seamos capaces de conseguir el resultado predecible, aquel por el que se paga, es muy importante. Por lo tanto tendremos menos inclinación a experimentar y probar cosas nuevas.
La motivación extrínseca hace que seamos menos propicios a buscar un resultado creativo.
Pero las cosas no acaban aquí. Resulta que la promesa de una recompensa, el aumento del grado de la motivación extrínseca, disminuye no solamente nuestra creatividad sino también la motivación intrínseca, nuestra pasión. Este efecto puede ser tan devastador que incluso cuando dejamos de recibir la recompensa por algo que antes nos solía gustar hacer no recuperamos nuestra motivación hasta mucho tiempo después. Tengo un amigo al que de pequeño le gustaba construir casitas. Al crecer se convirtió en arquitecto. Pero ahora que le pagaban por construir casitas, se convirtió simplemente en un trabajo y ya no le divertía tanto. Se aficionó a la fotografía. Y entonces pensó que se equivocó de profesión. Que ser arquitecto ya no le llenaba, y que debería pasar de construir casas a fotografiarlas, ya que la fotografía le gustaba tanto. Se convirtió en fotógrafo profesional, con esperanzas de poder disfrutar ahora de su trabajo. Pero muy pronto dejó de divertirse haciendo fotos. La fotografía también se volvió solo trabajo, era algo que hacía para ganarse la vida. Ahora está pensando en hacerse un diseñador gráfico…
Esto nos pasa a menudo a todos.
¿Podemos hacer algo?
Pues resulta que sí. Parece que podemos superar este efecto negativo de la recompensa externa a nuestra motivación intrínseca. La clave está en darse cuenta. Cuanto más conscientes seamos de nuestros motivos, de qué nos impulsa a hacer una cosa u otra, porqué nos gusta o es importante para nosotros hacer lo que hacemos, en definitiva, cuanto más conscientes seamos de nuestra motivación intrínseca menos impacto tendrán los factores externos en ella.
Recuerda una situación en la que te sentías muy motivado. ¿Cómo era la situación? ¿Qué te motivaba? ¿Qué elementos de la situación crees que eran importantes para tu motivación?
Durante toda la semana presta atención a tus motivos, que te impulsan a hacer cualquier cosa que haces: sea en el trabajo, en casa, cuando estés solo o cuando estés con la familia o amigos. ¿Por qué haces lo que haces?
- Ver televisión.
- Ver películas en cualquier medio.
- Leer libros.
- Leer/escribir correos electrónicos.
- Navegar por Internet.
- Chatear o hablar por teléfono.
- Jugar a videojuegos/juegos de ordenador.
- Cualquier tipo de entretenimiento.
- Salir, quedar con amigos, beber alcohol o consumir drogas.
Si no puedes hacer ninguna de esas típicas cosas con las que nos entretenemos para pasar un rato, ¿qué vas a hacer?
Si no puedes consumir, ¿qué vas a crear?
¿Te ha gustado? También te puede interesar:
15 abril 2013
Creatividad resurrectiva: el renacimiento del género epistolar. Parte 1.
25 marzo 2014
Eres capaz de mucho más de lo que crees
18 abril 2013
Simplemente genial, gracias por el post.