En 1972 Canadá y la Unión Soviética organizaron una serie de partidos de hockey entre los equipos de ambos países, lo que entró a formar parte de la historia del deporte como Summit Series.
La importancia del acontecimiento estaba en que hasta entonces a los canadienses les habían considerado los maestros inalcanzables e invencibles del hockey. Sin embargo, dado que el equipo canadiense se constituía completamente por los miembros de la Liga Nacional de Hockey (NHL), les fue prohibido, como profesionales, por la Federación Internacional de Hockey sobre Hielo (IIHF) participar en las competiciones internacionales como mundiales y olímpicos. El equipo de URSS llevaba años ganando títulos de campeones del mundo y olímpicos, sin embargo nunca se había enfrentado a los virtuosos de Canadá.
Y todo el mundo (incluso los mismos jugadores soviéticos) estaba seguro de que los soviéticos no tenían ninguna oportunidad contra los profesionales canadienses.
En el primer partido (la serie estaba formada por ocho partidos en total) el equipo de URSS ganó 7:3. En la memoria colectiva de todas las personas de la Unión Soviética que vivieron aquellos acontecimientos esa victoria representó un hito trascendental para la identidad nacional. Recientemente, en 2013 en Rusia, se estrenó una película que plasma aquellos eventos desde el punto de vista de uno de los héroes del hockey soviético: Valery Kharlamov. “Leyenda 17” inmediatamente batió todos los récords de taquilla de la historia del cine ruso.
La película retrata al entrenador del equipo soviético, Anatoly Tarasov, como uno de los principales responsables de aquella gloriosa victoria. Pero su figura, bastante contradictoria, sus métodos nada fáciles y a veces harto crueles, hacen reflexionar sobre el coste de cualquier victoria, sobre qué se necesita para conseguir un objetivo. Mientras los espectadores observan las barbaridades por las que el entrenador hace pasar a sus jugadores, uno puede pensar :“El tío se está pasando. No hace falta ser tan inhumano.” Pero cuando asistimos al enfrentamiento con los monstruos canadienses se hace obvio:
Todas las adversidades, incomodidades y el trabajo duro han valido la pena y han sido recompensados con creces por la victoria en cuya posibilidad no había creído nadie.


Ganar a los profesionales canadienses costó al equipo soviético sangre, sudor y lágrimas. Sin embargo estoy segura que cada uno del equipo consideró que todas las adversidades valieron la pena.
Así que la próxima vez que te parece que la vida es demasiado dura y los obstáculos son insuperables, recuérdate sobre la victoria que tú quieres ganar, y de que eres capaz de mucho más de lo que crees.
Con todo esto puede parecer que si deseas conseguir un objetivo alto, un sueño, no podrás alcanzarlo sin esfuerzo inhumano. Sin embargo, no quiero decir esto. Lo de “inhumano” tal vez sí que sobra. Pero sí, cualquier sueño requiere un esfuerzo. Un esfuerzo considerable y constante. Tarasov, en uno de los entrenamientos, mientras sus discípulos sufren sin quejas sus brutales métodos de adiestramiento, dice una frase que yo considero muy, pero muy cierta:
“Al hombre siempre le parece que él es capaz de mucho menos de lo que es en realidad.”
Cualquiera que practica yoga lo sabe muy bien. Nuestra mente, y esto no son cuentos esotéricos sino un hecho establecido por la ciencia, es una gran peliculera. De todas las señales del entorno, de toda la avalancha de bits de información por los que es bombardeada, la mente escoge solo unos cuantos datos que le parecen relevantes.
Pero, por muy limitados que sean los datos de que se sirve, la mente SIEMPRE es capaz de construir a partir de estos trocitos una historia coherente. Tan coherente que nos parece absolutamente verosímil, y la tomamos como realidad. Pero no lo es.
Así que la próxima vez que tu mente te diga que no eres capaz de algo, que algo es imposible, no le hagas caso a la ligera. Cuestiónalo. Eso sí, para descubrir de qué eres capaz de verdad, tendrás que aprender a salir de tu zona de confort. No hace falta intentar escalar el Everest a la primera, ni de entrada tratar de entrar a la jaula con los leones o lanzarte hacia las mandíbulas de los tiburones. Pero te invito a que cada día te plantees dar un pasito pequeño más allá de lo creías que eras capaz ayer. No te darás ni cuenta como dentro de poco tu zona de confort se ampliará hacia límites que antes eran para ti inimaginables.
Quedarse dentro de la zona de confort desde luego es cómodo, seguro, y uno se siente bien. A veces necesitamos quedarnos allí durante un rato para descansar. Pero esta aparente seguridad a largo plazo supone la muerte. La muerte de por vida. Salir de allí es crecer, crecer es vivir. Citando otra frase de Valery Tarasov:
“Tú cada día tienes que hacer una elección” – vivir o morir. Y si eliges vivir, cada día tendrás que decidir cómo quieres vivir tu vida.
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