En 1951 John Cage, uno de los padres de la música contemporánea (la música contemporánea como arte, no aquella que nos presenta Jukebox de Divinity), visitó la  cámara anecoica de la Universidad de Harvard. Una cámara anecoica está construida de tal manera que disminuye al máximo cualquier propagación del sonido, por lo tanto no se puede oír nada dentro. La aspiración de John Cage era experimentar el silencio absoluto. Sin embrago, mientras estaba allí, dentro de la cámara, perplejo, pudo distinguir claramente dos sonidos, como él los describía, uno alto y otro bajo. Cuándo al salir acudió al técnico de la cámara en búsqueda de explicaciones, aquél le aclaró que el sonido alto correspondía al funcionamiento del propio sistema nervioso de John Cage, y el sonido bajo a la circulación sanguínea. Así fue como John Cage llegó a la conclusión de que el silencio no existe.

Lo que experimentamos como silencio sería en realidad la falta de la suficiente atención por nuestra parte a los sonidos que nos pueden rodear.

El desarrollo de la escucha, de la percepción directa del sonido como tal fue uno de los ejes centrales de las premisas en que se basaba el trabajo de John Cage. Él aclamaba que la música harmónica, a lo que la gran parte de nosotros estamos acostumbrados a considerar como música, ha hecho vago nuestro sentido de la escucha. Dado que la música harmónica siempre sigue ciertas reglas comunes que nuestra cultura ya tiene integrada en nuestro subconcsciente, nos es suficiente con oír las primeras notas para poder imaginar como va a seguir la melodía. Por lo tanto, en realidad no escuchamos de verdad la música, nos la imaginamos. John Cage pretendía con su trabajo devolvernos a la escucha de los sonidos tal como son, para que aprendiésemos de nuevo a oír la música de lo mundano que nos rodea.

En realidad, desde el punto de vista de la neurociencia, los argumentos de John Cage tienen mucho sentido. Nuestro cerebro realmente es “vago”. Dado que la mente consciente tiene las habilidades de procesamiento bastante limitadas, está obligada en cada momento a elegir entre todas las múltiples señales que llegan a nuestro cerebro únicamente aquellas que le parecen “claves” en aquel momento en base a nuestra experiencia previa y aprendizaje. Todo lo demás, que creemos que es el fruto directo de nuestra percepción, en realidad nuestra mente lo inventa. Y como lo hace siempre basándose en la experiencia previa, eso nos lleva constantemente por los mismos caminos, por eso seguimos pensando los mismos pensamientos, teniendo las mismas ideas y repitiendo los mismos patrones de comportamiento.

Si queremos salir de este círculo desarrollando nuestra creatividad, es imprescindible que empecemos a entrenar nuestra atención.

Trabajar con la escucha en este sentido puede ser un ejercicio de gran valor. Vivimos en un mundo plagado de imágenes. Y el hecho de que nos hemos vuelto más visuales contribuye a que cada vez prestemos menos atención, solamente escaneamos el mundo que nos rodea. Esa inmediatez nos lleva cada vez a correr más de prisa, y deja aún menos tiempo para prestar atención. Las fundadoras del proyecto “TEXTOS PARA COMER POR EL OÍDO” aspiran a remediarlo. No trabajan con lo sonidos como tales, sino con las palabras expresadas por los sonidos, pero las premisas de John Cage se encuentran vivas en su planteamiento. Tana Sanz e Isabela Méndez nos invitan a que desaceleremos un poquito, a que paremos y a que volvamos a integrar la escucha en nuestro repertorio receptivo. Es más, en su aspiración de convertir las nuevas tecnologías en sus aliadas, han inventado twits sonoros y ilustrados: un concepto que les permite combinar la expresión artística a través de sonido e imagen dentro del formato de un solo twitt. Hoy en día uno puede desarrollar su creatividad sin salir de redes sociales.

Así que aquí tienes tus deberes. Estés donde estés en este momento, para! Cierra los ojos.  Escucha los sonidos que te rodean. Sin juicios, sin evaluación, sin intentar atribuir valor alguno a ninguno de los sonidos. Sin intentar interpretarlos, o crear analogías. Simplemente escucha los sonidos tal como son. Presta atención. Trata de distinguir cuantos más sonidos mejor, especialmente observando aquellos a los que antes no prestabas atención. Sigue escuchando durante 5 minutos. A lo largo de toda la semana y cada día encuentra 5 minutos para hacer este ejercicio.

¡Qué disfrutes de los sonidos!

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