A lo largo de toda nuestra vida aprendemos a base de nuestras experiencias. Este aprendizaje forma nuestra manera de entender las cosas, nuestro mapa del mundo. Aprendemos que unas cosas son A, y otras son B, y nos comportamos de modo correspondiente. Al cabo de los años, nuestras reacciones a ciertos estímulos se vuelven automáticas. Por un lado, esto nos hace mucho más eficaces. Pero lo primero que requiere el desarrollo de la actitud creativa es aceptar que tal vez nuestro mapa del mundo no sea la única o la mejor representación de la realidad.

Estar abiertos es ser capaz de darnos cuenta de nuestros juicios y retenerlos por un momento, aceptando la posibilidad de que nuestra opinión no es la última verdad.

Durante todo el día de hoy, cada vez que tengas que dar una opinión a alguien, antes de soltar lo primero que te venga a la cabeza, o antes de responder lo que creas correcto, cuenta hasta 3 y piensa en una cosa que te gusta sobre lo que te han pedido evaluar. Empieza a dar tu opinión contando primero justamente esto, lo que te gusta, y solo luego diciendo todo lo demás.

Ha cambiado algo en tus conversaciones a lo largo del día?

Y para que practiques esta habilidad te proponemos un ejercicio muy divertido.

Coge unas hojas de papel, un boli o un lápiz y empieza a garabatear. Durante diez minutos no permitas que el boli se separe del papel. No pienses qué tienes que dibujar, deja que tu mano se mueva, solo eso.

Durante estos diez minutos seguramente más de una vez pensarás “Qué estupidez!”, “Por qué estoy haciendo esto?”, “Qué sentido tiene?”. Pues no tiene ningún sentido. Pero permítetelo durante solamente diez minutos. Tu creatividad te lo agradecerá.